COSMOS
Resonancia Armónica, Consciencia y Propósito
© Xavier de la Huerga 2023
Originalmente, la palabra cosmos significaba "orden benigno" u "ornamento", e
implicaba un ordenamiento estético, ético e intencional del Todo. Este "Todo" es, por supuesto, la Tierra y los cielos y todo lo que en ellos mora. La palabra cosmos en este sentido aunaba lo bello, lo bueno y lo verdadero en una misma constelación de
valores que se percibían cómo inherentes en el orden universal. (Parte de este significado primordial todavía pervive en la palabra "cosmética" = técnica que deviene en un ordenamiento estético o
embellecimiento).
Durante el siglo VI a.C., el personaje semi-mítico de Pitágoras
(pytha goras = buddha guru = maestro iluminado) extiende a través de sus enseñanzas este concepto trivalente del cosmos. Un
eco de la vision unificada proveniente del pasado remoto y heredada a través de las escuelas mistéricas de Egipto. Cosmos viene así a definir una visión
de la realidad en la cual el universo está dotado de resonancia armónica, consciencia y propósito. Es la visión pitagórica de la Música de las Esferas,
del universo como sinfonía, o Armonía del Mundo, tal como fue llamada por Kepler en su revolucionario tratado astronómico. Es recuperando todo este cúmulo de significados, que la palabra cosmos
va a ser utilizada a lo largo de este artículo.
Cosmocéano. © Xavier de la Huerga 2012 |
La Metamorfosis Diabólica de Venus
En este mismo plano de resonancias cósmicas, encontramos el
arquetipo astro-mitólogico de Venus-Afrodita con sus atributos de belleza, amor, sensualidad y armonía. Su esfera de influencia comprende la música, la danza,
la poesía, la emotividad, pasión y sexualidad. Su mitológico nacimiento de la espuma marina es una reverberación metafórica de la verdad primordial de nuestros orígenes - del origen de toda vida - en el útero de la matriz oceánica. Y, al mismo tiempo, de la eclosión en el cosmos del alma humana; la emanación del arquetipo de perfección armónica. Belleza, amor y verdad como campo morfogénico, moldeando la materia viva a su alrededor.
En su aspecto astronómico, los epítetos Lucifer y Vesper,
se corresponden con las dos fases de visibilidad del planeta Venus en su ciclo sinódico, durante
las cuales alterna entre lucero del alba (Lucifer) y estrella
vespertina (Vesper). Lucifer es una traducción al latín del
griego Phosphoros (portador de luz), así como Vesper lo es de Hesperos (morador del oeste). Lucifer era también el epíteto de otras
deidades asociadas con el principio lumínico: Aurora
Lucifera, diosa del amanecer; Diana Lucífera, diosa de la luna llena...
Un denario romano muestra en su anverso la efigie de Diana Lucifera, hermana de Apolo, dios del Sol. Diana lleva una antorcha que hace honor a su título de "lucifera" o "portadora de luz".
La transferencia del epíteto Lucifer al arquetipo judeo-cristiano
de Satán tiene lugar con la traducción de la Biblia Vulgata por Jerónimo
de Estridón a finales del siglo IV, concretamente, durante un pasaje en Isaías
14:12. ¿Cómo llegó a suceder esta extravagante tergiversación del significado de la palabra
Lucifer? Es una larga y tortuosa historia que se remonta al conjunto de
textos conocidos como la Biblia Septuaginta, y a su posterior interpretación
por Orígenes de Alejandría. Curiosamente, parte de la respuesta parece
encontrarse en la enconada relación entre Jerónimo de Estridón y un polémico
obispo llamado Lucifer Calaritanus, cuya diócesis tenía su sede en Cagliari, Cerdenya, donde todavía se le festeja como San Lucífero. Se
sospecha que fue excomulgado. De hecho, Jerónimo escribió un panfleto atacándole
a él y a sus seguidores (Altercatio Luciferiani et Orthodoxi - La
Disputa de los Luciferianos y los Ortodoxos).
No procede en el contexto de este breve articulo que nos entretengamos más en
esta oscura saga. Sea como fuere, la demonización del epíteto Lucifer, acaba siendo un capítulo más en la historia de la devaluación del principio femenino que comienza con el ascenso de las religiones monoteístas patriarcales.
Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Ocultum Lapidem - © Xavier de la Huerga 2012 |
El Pentagrama: Un Símbolo Satánico?
Uno de los estandartes de la geometría sagrada
es el pentagrama, o estrella pentalfa; un símbolo que tiene, como veremos más
adelante, una profunda relación con Venus, tanto con su realidad astronómica,
como con sus tradicionales atributos arquetípicos. Consecuentemente, las características
asociadas al pentalfa nos devuelven al continuo temático de Cosmos: ética, estética y verdad.
El pentalfa era reverenciado por la escuela pitagórica como epítome de
la perfección geométrica y manifestación visible de la belleza inmanente en el cosmos; por la armonía de sus proporciones, simetría y prodigiosas
propiedades matemáticas. Los iniciados pitagóricos
lo utilizan como signo de reconocimiento entre ellos y lo llaman Hygeia (griego) Salus (latín), siendo estos los nombres de la deificación femenina
de las artes curativas, la farmacopea, la salud y
la higiene.
Es importante notar que las cinco letras griegas Y − Γ − E− I −A fueron interpretadas como las iniciales de los cinco elementos; Y corresponde a Ydro (Agua); Γ es Gea (Tierra); E, Eyle (Calor, Fuego), la Iota es la inicial de Ieron (lo sagrado o inmortal, el espiritu) y Alfa es Aer (Aire). Esta interpretación seguramente proviene de la cosmogonía de Pherecides de Syros, maestro de Pitágoras. Su obra Pentamychos, es un tratado esotérico inspirado en la sabiduría de la tradición Fenicia, Védica y Avestana. En el se describe la creación del cosmos a partir de la semilla de Kronos (el Tiempo) depositada en cinco nichos o esquinas del universo, de las cuales surgen los cinco elementos primordiales y, subsiguientemente, todos los arquetipos y cosmologías de las diosas y los dioses.
Hygeia-Salus nutriendo a la serpiente |
Ygeia es, en el panteón griego, la hija, hermana o consorte de Esculapio. Se la representa
llevando una serpiente a la que alimenta o da de beber en un cuenco, o patera simbolizando su capacidad para nutrir y regenerar la fuerza vital. Esta
serpiente y el cuenco, junto con la serpiente enroscada en la vara de Esculapio,
han llegado hasta nuestros tiempos como símbolos de la profesión médica y farmacéutica
en Occidente.
Al igual que el epíteto Lucifer, el pentalfa ha acabado sufriendo la inversión de su significado original, específicamente
desde mediados del Siglo XIX, cuando el imaginativo e influyente ocultista francés
Alphonse Louis Constant (pseudónimo: Eliphas Levi) publica Dogme et Rituel
de la Haute Magie, donde declara, arbitrariamente y sin ninguna base histórica,
que el pentagrama con la punta hacia abajo representa al principio maligno. Así mismo, el pentagrama que Eliphas Levi coloca en la frente de
su famosa ilustración Baphomet, es posteriormente incorporado
(invertido) en la carta 'The Devil' del popular Tarot Rider-Waite,
reforzando así la moderna asociación del pentagrama (especialmente, del
pentagrama invertido) con el arquetipo de Satán. Una relación que ha sido
exacerbada en la imaginación popular a través de Hollywood, los medios de desinformación
de masas, y por el uso que de él han hecho personajes de tendencias egomaníacas y narcisistas, como Anton Lavey, creador de la Iglesia de Satán en 1966.
Baphomet, Eliphas Levi s. XIX El Diablo, Tarot Rider-Waite s. XX Le Diable, Tarot de Marseille s. XV |
Lo cierto es que antes del siglo XIX el pentalfa (cuyos primeros
ejemplos aparecen en tablillas cuneiformes Babilonias de 5.500 años de antigüedad), aunque poseía atribuciones mágicas, no solo no estaba asociado a Satán, si no que
se le tenía por talismán capaz de otorgar protección contra cualquier encarnación
del mal. Un ejemplo de esta creencia en su poder protector, aparece en la obra
maestra de la literatura Fausto, de Goethe. En la escena tercera de
su primera parte, el Diablo (Mefistófeles) se ve obstaculizado por la presencia
de un pentagrama, hasta el punto de que solo tras ser este roído por un ratón,
es el Diablo capaz de proseguir su camino.
Es obvio que herboristas y practicantes de las artes curativas en
tiempos antiguos utilizaron el pentagrama de una forma u otra. De ahí, los apelativos witchfoot (pie de bruja) y drutenfuss (pie de druida), por los que era
conocido en las Islas Británicas y Alemania. Aún así, nunca fue condenado por la ortodoxia cristiana, como nos indica su aparición
en incontables iglesias y catedrales a través de toda la Cristiandad y su uso extendido entre los primeros cristianos Gnósticos. Esto, junto
con la ausencia de evidencia que indique que hubiera sido identificado por la Inquisición
como elemento de 'culto al diablo', nos confirma la modernidad de la falacia del pentagrama como emblema de lo satánico.
Tableta de arcilla con escritura proto-cuneiforme (Uruk/Jemdet Nasr, 3.500 a.C.) Amuleto Gnóstico Siglo III d.C. |
Pero, la verdadera 'magia' que los iniciados de la antigüedad
reverenciaban en la estrella pentalfa iba muchísimo más allá de su mero uso talismánico. Esta tenía que ver con la comprensión de esta figura como símbolo de la
estructura elemental del cosmos - los cuatro elementos materiales y la quintaesencia espiritual -, y por ser toda
su geometría una expresión de la constante matemática denominada como Proporción Áurea, la cual exploraremos en Viaje al Corazón de Venus (II).
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