EL CORAZON ANCESTRAL DEL FUTURO
Lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello en la Cultura Megalítica
© Xavier de la Huerga 2024
(English version of this article)
Un Continuo Primordial de Conocimiento
La comprensión simultánea de que la geometría sagrada, los patrones orbitales en nuestro sistema solar, las matemáticas, la arquitectura vibratoria de la música, la forma y el tamaño de la Tierra, la metrología que de ellas se deriva y las proporciones en el cuerpo humano están no solo interconectadas, sino que de hecho, forman parte de un todo armonioso y totalmente integrado, provoca en mucha gente una enorme epifanía, frecuentemente acompañada por sentimientos reconfortantes y un tremendo sentido de propósito y significado. Si, encima de esto, añadimos el hecho de que este continuo primordial de conocimiento fue descubierto, completamente entendido y magistralmente implementado hace ya miles de años por nuestros ancestros, las implicaciones son alucinantes y liberadoras para el alma. Al cabo de un tiempo, si se bucea con perseverancia y dedicación en las profundidades de este canon astrogeomántico, las propiedades transformadoras de este conocimiento se hacen patentes y un sutil pero potente cambio perceptual ocurre en aquellos que lo estudiamos y practicamos.
Al experimentar la armoniosa unidad pan-dimensional del cosmos, no a través de la intelectualización, sino restableciendo las conexiones rotas en nuestras conciencias a través del estudio y práctica de la astrogeomancia, se invoca la presencia de lo sagrado, el núcleo espiritual más puro de la realidad, el Gran Misterio, como una dimensión constante y omnipresente de la existencia. La continua espiritualización de lo material y materialización de lo espiritual revelada por esta fusión de lo científico y lo sagrado, va invariablemente acompañada por la expresión de la belleza.
Y así, la triada de la Ciencia, la Espiritualidad y el Arte, presente en todo diseño astrogeomántico, está también en correlación directa con las tres máximas cualidades perseguidas por las enseñanzas de las antiguas Escuelas Mistéricas de la antigüedad: lo Verdadero (Ciencia), lo Bueno (Espiritualidad) y lo Bello (Arte). En esencia: sea lo que sea lo que uno haga, debe estar siempre basado en la verdad y servir para extender la verdad en el mundo, así como debe ser hecho con bondad, por el bien de otros y por el de uno mismo, y ha de resultar en actos y obras bellas.
Por lo tanto, podríamos decir que el conocimiento astrogeomántico lleva a los seres humanos a actuar en el mundo como moléculas en una estructura cristalina, alineándose a lo largo de líneas de fuerza en el espacio. Sin embargo, hay que clarificar que esta analogía no se refiere a la ordenación espacial de seres humanos! Sino a patrones de comportamiento que podríamos llamar psico-geométricos. Patrones que cobran forma ajustándose a lo largo de las líneas de fuerza invisibles de Voluntad-Cosmica que se condensan en el campo de resonancia mórfica de la Tierra.
La astrogeomancia nos impulsa a armonizar el espacio, primero el espacio interior, después el espacio a nuestro alrededor; ya sea este artificial o natural. La biosfera en su totalidad es considerada como el objetivo final. La envoltura biosférica es nuestro hogar viviente y debe ser reparada, sanada y restaurada hasta recuperar su homeostasis* original que hemos dañado en nuestra ignorancia colectiva.
Como era de esperarse, la clave para la armonización espacial es la dimensión temporal, lo cual nos lleva directamente al llamado "espacio exterior", más allá de la Tierra, ya que es el entorno exo-planetario cósmico - el plano celestial - el que determina nuestra estructuración y medición del tiempo.
*Homeostasis - Un estado de equilibrio, tal como el de un organismo o célula, mantenido por procesos autoregulados.
La "templificación" de la Tierra
La raíz de la palabra "templo" (templum) se encuentra en la palabra "tiempo" (tempus). El concepto de templo se origina en la idea de un espacio donde el tiempo puede ser medido y experimentado directamente como una expresión temporal y terrenal de la eternidad que habita en los cielos. Esto es lo que originalmente hacía a un templo un espacio sagrado. La gran mayoría de los templos de la antigüedad eran en verdad representaciones microcósmicas de los cielos.
Así vemos que estos primeros templos estaban siempre orientados astronómicamente, para que en momentos significativos la observación del Sol, la Luna, los planetas y el resto de la cohorte estelar pudiese ser efectuada con la necesario precisión como para comprender y medir sus ritmos, anclándolos en la arquitectura y, a través del calendario, entretejiendo sus ciclos con las vidas de los seres humanos. Esto se conseguía a través de la colocación de elementos dentro del templo de tal forma que los movimientos de los cuerpos celestes eran medidos con referencia a un punto fijo anclado en la Tierra, un punto del paisaje circundante, quizás el pico de una montaña u otro rasgo distintivo en el horizonte, una roca prominente, etc. Alineándolos con una piedra vertical, un lintel, un pasillo, una apertura en una pared... Y así, la consumación del hieros gamos, o matrimonio sagrado del Cielo y la Tierra era alcanzado.
Estos primeros templos de la humanidad de los que estamos hablando son conocidos hoy en día mayormente como "monumentos megalíticos", "círculos de piedras", "alineamientos", etc. Su distribución por todo el planeta, su enorme cantidad, tamaño y escala de construcción le hace a uno pensar que los constructores megalíticos pretendían convertir toda la Tierra en un gigantesco templo planetario! Es eso lo que estamos viendo cuando miramos a los enormes complejos megalíticos? No un proceso que conduce a la civilización, sino a la "templificación"?
Conclusión
Carlo Levi dijo que "el futuro tiene un corazón muy antiguo" ¿Es posible que el futuro de la humanidad y de la biosfera pase por la renovación y expansión de esa antiquísima red planetaria de templos?
¿O es algo aún más complejo? Ya que estos templos megalíticos, como vemos, además de su función espiritual, también desempeñan un rol científico y están imbuidos con profundas cualidades estéticas. Por lo tanto, hay que preguntarse si el destino de la humanidad es transformar la Tierra simultáneamente en un Instrumento Científico Transcendente, una Obra de Arte Viviente y un Templo de Armonía Cósmica.
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